Tiempo raro en mi cabeza al cepillarme los dientes frente al espejo
Suena el agua del interior de la cisterna.
Me miro y ya no me asusto -un poco tal vez-
ni me compadezco
sería guay cierta nostalgia
o melancolía
pero es solo la sempiterna tristeza mirando desde el otro lado
Siento una brisa desde la ventana entreabierta.
Adherido a ella desde mil novecientos ochenta y pico
como un parásito inconsciente
e insomne
su puto piercing
El sonido de un coche por la calzada.
Y me envuelvo en la belleza de la palabra ausencia
y le hago fotos
y le mido la cintura
y la observo de arriba a abajo
mientras bailamos
Gotea el grifo del lavabo.
Es un aún que duele
más que cien todavías
El amigo que falta
e hizo la foto sobre estas líneas
Son las otrora cálidas presencias
que se han alejado
vertiginosamente
lógicamente
definitivamente
Es una caricia inerte
una lágrima que no brota
la estéril semilla de un gesto sin destino
Y entonces se transforma
en una pequeña muerte
que mutila mi entendimiento
…
Ya no suena la cisterna, ni el grifo, ni los coches. Ni hay brisa.
Ahora estoy en el suelo
enroscado al inodoro
Y la tristeza me sigue contemplando
pero desde arriba
Y descubro su rostro en contrapicado:
tristeza sin metáforas
tristeza sin testigos
mojando mis ropas y mi paraguas
Tristeza orgánica
sin estética
cruda como la carne de un animal muerto
obstruyendo espacios
confundiendo noches
dejándose respirar…
Sigue sin sonar nada mientras trato de incorporarme.
Se ríe de mi dolor -el golpe ha debido ser fuerte-
comprendo lo que ha pasado
una punzada atraviesa mi espalda
¿dónde están las malditas gafas?
Mañana le pondrá nombre un médico
tengo una amiga a la que le pasa
Ella las llama ausencias.