El blog de Miguel García Loizaga

Los mismos jardines con otra música

¿Sabes qué pasa?

Pasa que ese dolor en la mano izquierda que antes se quitaba en unas horas, ahora no se quita, y un doctor de los de antes va y te lo dice claro: es artrosis.

Pasa que otra doctora, insultantemente joven, te dice que esas manchitas y lunarcitos en la piel no deben preocuparte porque son por los cumpleaños o que son cosas del DNI. Todo de usted. Así, con ternura y sonriendo. Sin decir la palabra edad, tal y como le han explicado en el MIR. No vaya a ser que hiera tus sentimientos o te suba la tensión.

Y nada de ello te sorprende. Al menos no tanto como el verte a ti mismo sin tomarte la molestia de responder lo que piensas a tanta condescendencia juvenil y jarabe de centro de día. Porque en realidad no ha herido una mierda, la muy.

Y oye, tampoco está tan mal ahora la cosa.

La mochila pesa menos de lo que esperaba. De hecho, pesa muchísimo menos.

Toda la vida metiéndote en jardines, sintiéndote culpable por los destrozos, y saliendo más o menos jodido de los charcos y las zarzas, y ahora…

Ahora los jardines no son más que el paisaje del camino mientras uno tararea bandas sonoras de pelis antiguas.

Ahora sólo te metes cuando has dormido poco, o si no te has tomado el café, o si no te queda otra.

Y te metes sonriendo, como de buen rollo, sin tomarte nada demasiado en serio, dando que hablar a los de siempre. Pero después… a otra cosa, mariposa.

Y es que, aunque pasen los años, la concentración de julais por metro cuadrado en esta bendita tierra viene a ser más o menos la de costumbre, y yo ya estoy en segundo de cascarrabias.

Ya me he enterado: en realidad, la cosa no va de causar una impresión equivocada en general y que sólo sean los propios los que te conocen de verdad. La cosa va de que uno viene a ser más o menos lo mismo en todas las distancias, y que también es uno el que se queda con los propios porque les gusta cómo eres. Y normalmente, siempre hay alguien a quien le gustas, que somos mucha gente.

Es como apagar el maldito extractor de la cocina después de una hora con las lentejas en la olla express. No sé si me explico.

Benditas canas, bendita artrosis, bendita paternidad… todo ayuda. Tener un trabajo fijo, también, que no se me olvide.

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